26/9/13

Grandes inventos de la humanidad (no tecnologicos, of course)

Las siete maravillas del mundo (que mi padre tenía incluso en versión enciclopedia), los monumentos declarados patrimonio de la humanidad y los mejores inventos son siempre motivo de disputa entre países, entre comunidades autónomas e incluso entre vecinos, si resulta que estos están leídos y estudiados.

Por alguna razón que, como terrícola sin posibilidad de paquete de viaje de 7 días todo incluido, no logro comprender, el mundo sigue considerando la llegada a la Luna (lo llamaría conquista pero como ahí no había ni el Tato, daré la vivienda por desocupada y el desembarco pro movimiento Okupa gringo) como el mejor invento/aportación de la humanidad…

Y por alguna razón que el resto no pueden comprender, yo sigo erre que erre con que el invento Chupa Chups ha mejorado nuestras vidas mucho más comparativamente.

·        El caso es que me he puesto a pensar, excluyendo la tecnología, que a veces no sabes si ayuda o desayuda, especialmente si estas usando el corrector ortográfico, en cuales son los inventos que más han mejorado mi vida:

·        Los manteles de plástico: que sé que no son un invento nuevo pero mira que resuelven si tu eres:

1.      Una persona que tira siempre el café

2.      Una que alina la mesa y la ensalada

3.      Una con mala puntería o bien de la fuente al plato o del plato a la boca

4.      Una combinación de todas las anteriores, que viene  a ser lo que yo soy.

·        El cola-cao y la Nutella. Porque alimentan, calman los animos, entretienen (tu dáselo a un niño y veras que calladito esta un rato y como te entretienes tú la media hora siguiente limpiándolo) y hacen muy feliz siempre y cuando no tengas alergia a las avellanas.

·        Los kits de herramientas pre-montados. Y me explico: estos kits que te dan todo lo básico para tu supervivencia en plena experiencia de bricolaje (martillo, destornillador, alicates) o cambiando las tapas de los zapatos en casa (videos en YouTube porque yo fracaso estrepitosamente la mayoría de las veces asi que mis instrucciones versan más sobre ‘si no consigues hacer esto…’ más que ‘y ahora haz…’).

·        Las vajillas irrompibles si, como dice mi padre, tienes pies en lugar de manos; porque, y esto lo dice alguien que ha pasado por el trance, los platos de papel, los vasos de plástico o las vajillas de picnic, si bien te sacan del paso en casa (no sin dejar secuelas emocionales), te arruinan la vida social (tus invitados no solo no volverán sino que te eliminaran de su agenda).

·        Los bares con piscina y camas. Que así dicho suena a peli porno, pero que en el contexto adecuado, son ideales para relajarse. Un San Francisco, una horita tirada en la cama mirando la piscina… Y la verdad es que pido otro San Francisco para no tener que levantarme.

·        Los vestuarios para familias. Que yo no he visto en España, por cierto, pero que dan mucha tranquilidad personal a la gente sin niños o con intolerancia infantil o con problemas latentes de corazón que puedan ser activados con el berreo.

·        El envase de los cafés para llevar, que es súper practico para no quemarte las manos. Solo que claro, como parece que no está caliente te quemas la  lengua… pensándolo bien igual este no debería estar en la lista.

 

Lara Jones

18/9/13

De verdad que no me gustan las vacaciones


No me gustan las vacaciones. Si cuando acabe la carrera no me gustaban porque perdía el control de mi trabajo ahora resulta que no me gustan porque tengo que volver al trabajo.

Y es que a la buena vida se acostumbra uno enseguida: que si vamos de paseo al monte que desde allí se ve el puerto (y que puerto!), que si vamos al castillo que desde allí se ve el puerto (vaya con el puerto), que si vamos en moto de agua… Si, desde allí también vimos el puerto pero, más importante, fuimos a unas cuevas donde aparte de un par de medusas, había tomates de mar, pececillos y un agua cristalina que si no se nos escapaba que estábamos en la provincia de Alicante, por las fotos pasaría por el Caribe. Mi blanco nuclear, sin embargo, nos delataría bastante rápido.

El caso es que cuando tu vida vuelve a sus orígenes, cosa de solo dormir, comer, jugar y pasear, como cuando te llevaban en la sillita pero sin juguetes de goma (ahora el móvil entretiene más) y te pones a mirar a tu vida en la gran ciudad sin puerto, sin castillo, sin monte, sin playa y sin vida (porque si a los fumadores les acorta la vida el tabaco, a mí la acorta el transporte público, la falta de sueño, las frutas tamaño Polly Pocket de los súper británicos y correr con los tacones puestos) te dan ganas de mirar para otro lado. Concretamente para el lado de tu ombligo… O si tienes que levantar la cabeza, el lado de, como no, el puerto.

Y aunque parezca que tengo pasión por los yates o por convertirme en pescadora (mejor se lo dejo a los de Pescanova, que tienen chubasqueros) a mí lo que de verdad me gusta es:

·        Ir andando a los sitios, aunque te encuentres con mil vecinos y tardes 10 años. En Londres, me encuentro más bien con pocos, no porque no tenga vecinos sino porque no tengo ni idea de quiénes son.

·        Enseñar las piernas (que se quedan de cine después de andar) haciendo caso omiso a Manolo Escobar y su ‘no me gusta que a los toros vayas con minifalda’. Teniendo en cuenta que cuando me baje del avión en Gatwick hace una semana pase de 30 grados a 10, ni que decir tiene que mis piernas solo pasean con medias tupidas y leotardos. Un horror!

·        Dormir. Dormir la siesta, dormir por la noche, dormir a las 6 de la mañana, dormir a las 7 y levantarme a las 8 fresca como una lechuga a sabiendas de que me ahorrare una fortuna en productos cosméticos porque no hay nada como dormir para tener una piel 10.

·        Trabajar para vivir. Porque después de haber probado unas cuantas opciones de vivir para trabajar, resulta que me he dado cuenta de que: a las 11 de la noche en la oficina soy muy infeliz; a las 11 de la noche en un hotel soy muy infeliz; a las 11 de la noche con mis compañeros de trabajo de cañas porque estamos a 2.000 km de casa soy muy infeliz; en general soy muy infeliz si a partir de las 7 de la tarde alguien me está robando mi ‘me time’.

·        El sol. En pequeñas cantidades pero constantes, preferiblemente con los pies metidos en el agua, a poder ser en la playa y no en una palangana en el salón.

·        El pescado. De hecho casi todo el pescado: los salmonetes, los boquerones en vinagre, la merluza, el salmón, el atún, los gallos… Todas esas cosas que en Inglaterra no encuentras ni pagando.

·        El mar. No en su totalidad y desde luego no para beber. Pero en un elemento motorizado con volante y siempre que sea posible, evitando percances, como el que yo tuve con la moto de agua donde mi bikini decidió explorar partes desconocidas de mi anatomía y las olas impedían acciones drásticas por mi parte para evitarlo (el rasca-mama de después no me lo quito nadie), me parece fantástico.

·        La tranquilidad. Pensar que no pierdo el tren ni el autobús, los objetivos del trabajo son de verdad SMART, con lo que pago por mi casa de un dormitorio en Londres me compro una señora casa en la costa, que puedo aparcar sin pagar, que el sol saldrá mañana como salió ayer, que si planto un naranjo tendré naranjas y no un árbol enfermo, que puedo pasear por el monte, por el pueblo, por el puerto…

Así que desde que he vuelto no solo estoy temiendo las siguientes vacaciones sino buscando una casita cuca en la playa para cuando yo esté lista para dar el salto de vuelta.

Lara Jones