26/11/12

Hoy nos vamos de examen

Como la mujer adulta responsable en la que me estoy convirtiendo (‘señora’ para los ofensivos churumbeles de todas esas madres que presumen de enseñar a sus hijos educación, yo es que los prefiero que me llamen ‘tía’ que suena mas cool y hace más joven) me sentí profundamente ofendida cuando recibí el correo de confirmación de mi examen de inglés (porque lo necesito para mi siguiente aventura estudiantil) diciendo que estaba prohibido pasar a la sala del examen con nada que no fuese el pasaporte en la boca y un boli en cada mano. Nada de móviles, libros, hablar con los compañeros… Una regresión a la adolescencia en toda regla, solo que yo no quiero volver. Estoy mucho mejor con mi carnet de conducir, mi tarjeta de crédito y mi salario fluyendo mes a mes.
El caso es que, con la imagen del típico mochilero en deportivas totalmente digerida, fui al examen oral (no de sexo, de inglés, que nos liamos enseguida con algunas palabras). Primer paso, registrarme. Y me tienen que hacer una foto… No pueden avisar? Porque yo llegue correteando después de dejar el coche aparcado aproximadamente en Escocia, hacer una mini-visita a H&M (porque yo lo valgo), cotillear los electrodomésticos de un gran almacén y casi desmayarme a la puerta cuando comprobé que realmente todos eran estudiantes de aproximadamente instituto. Eso que yo no soy desde hace más de una década.
El caso es que me estoy colocando para la foto y me dan otra ristra de instrucciones: el pelo en coleta, bufanda fuera y… necesito verte las dos orejas así que retírate el flequillo. Sera pervertido el tío, las 3 de la tarde y con estos ataques de fetichismo. Pero continúa… Necesito tu pasaporte y escanear tu huella dactilar 4 veces. Perdón? Porque yo he venido a un examen oral de 15 minutos, no a una prisión de alta seguridad en condición de prisionera. Pero como una es un amor, obedece.
Y poniendo todavía un poco más a prueba mi paciencia,  me escanean la huella dactilar una vez mas y me comprueban el pasaporte otra vez justo antes de entrar en el examen.
El examen, bien gracias: que entretenimiento hay donde vives, que te parece esto, lo otro o lo de mas alla… Todo ello grabado en sonido y en video, por si mutaba por el pasillo después de la última comprobación pasaportil y mis células de última generación daban un cambiazo personal. Evidentemente, mis células son mas como de los 80 así que la revolución tecnológica les queda grande y solo llegaron a la sala unos 30 segundos más viejas.
Segunda parte del examen: 3.5 horas de examen escrito sábado por la mañana:
·        Paso 1: dejar todo en una sala, igual que tuve que hacer con el examen oral. Y todo es toda tu vida: tu móvil, tus llaves de casa y del coche, monedero con tarjetas, iPad, GPS. Es decir, si desaparecen: no se cómo volver a casa y no puedo tampoco pagar el viaje de vuelta, pero no importa porque tampoco tengo llaves de casa; no puedo leer mientras espero a que alguien me eche de menos, porque no tengo iPad y no puedo llamar a nadie y, de hecho, no tengo amigos, porque no tengo móvil.
·        Paso 2: escanear tu huella digital y comprobar tu pasaporte. Otra vez!!
·        Paso 3: encerrarte en una sala de examen sin agua (porque se me olvido) durante toda la duración del examen.
·        Paso 4: Darte instrucciones. Si quieres ir a baño, tiene que ser acompañado (no sea que te suicides con el boli?). No puedes hablar con tus compañeros, no puedes mirar a los lados; Si sigues escribiendo cuando el examen ha terminado queda invalidado.
Guantanamo? No, otra vez el examen! Y todo porque este examen es no solo obligatorio para matricularte en el curso que quiero hacer sino para pedir extensión de visa (que por razones evidentes yo no necesito) pero que, a juzgar por los múltiples chequeos de pasaporte, debe de haber hecho florecer un interesante mercado ilegal de suplantación de personalidad para completar los exámenes por módicas o no tan módicas cantidades de dinero.
En fin, que por lo menos ya esta hecho!
Lara Jones

20/11/12

Guia practica para mantener tu ying en Navidad

Estamos a finales de Noviembre y no solo ya es Navidad sino que hay gente que ya ha terminado de comprar los regalos. En mi particular andadura por la vida, que se resume en mirar los escaparates para ver en qué fecha vivo (San Valentín empieza en Enero y dura un mes), he decidido que este año el despendole de felicitar todo el mundo las fiestas y desearles un feliz año nuevo incluso cuando tus deseos el resto de los once meses es que venga una ola  se los trague; de ir a la fiesta de Navidad del trabajo cuando tu lo que quieres es estar en pantuflas en casa; de comprar regalos destinados al reciclaje (es decir, a ser regalados a otros a la primera ocasión de lo horrorosos que son) y de comer cantidades que harían a una boa dormir durante tres días en la carretera para facilitar la digestión, no me va a destrozar el ying como normalmente ocurre. Asi que por si alguien está en la misma situación, he decidido escribir una lista de consejos para sobrevivir a la sobredosis de felicidad:
·         Agénciate un roscón de reyes a la primera oportunidad. Como todo el mundo sabe tiene múltiples beneficios para la salud, desde su efecto calmante hasta la liberación de endorfinas y, en casos extremos, la generación de amor al prójimo sin esperar nada a cambio o en incluso esperando cabreos superlativos.
·         Cómprate una barra de labios nueva (si aplica, claro). Si en tiempos de crisis y guerra las ventas de L’oreal aumentan, esta es definitivamente la ocasión perfecta para darles un empujoncito.  Y es que cuando una se ve fabulosa, hasta puede tolerar las impertinencias de parientes lejanos diseñados para poner a prueba los nervios del más calmado.
·         Averigua las horas de Cortilandia. Es un poco ochentero, el espectáculo ya no es como antes, pero en casos de estrés extremo, cantar un poco de ‘Cortilandia, Cortilandia, ya llego la navidad’ nunca viene mal. Y siempre puedes fingir que se te olvido comprar el pan o un enfado repentino para salir de casa a la hora X.
·         Espera a los reyes como cuando eras pequeño, comprobando cada día si por casualidad se habían confundido y llegado antes o si habían decidido dejarte un regalito unos días antes como aperitivo.
·         Lleva lápices de colores en el bolsillo. Si la situación se sale de control, ponte a dibujar un sol y una casita (te acuerdas de lo terapéutico que era en la guarde a pesar de que el sol y la casita eran irreconocibles?) y si hay niños gritones alrededor dáselos a ellos y pídeles que dibujen su casa, su familia, sus dibujos favoritos, a Batman y la lista de reyes (esta última, como tiene por lo menos 200 líneas les llevara un rato).
·         Cómprate un regalo fantástico a ti mismo y espera al día 6 de Enero para abrirlo. Acuérdate de el cada vez que notes la vena de la frente hinchándose y disfruta de tu premio por no acabar protagonizando Kill Bill en primera plana de 20 Minutos una vez que las Navidades se hayan acabado.
Y con esto yo ya estoy lista para enfrentarme a todas las cenas a las que no quiero ir, toda la gente con la que no quiero hablar y todo lo feliz que estoy obligada a ser.
Lara Jones

13/11/12

Esos locos grandotes

He llegado a la conclusión de que los hombres son gatos de talla XXL con capacidades vocales suficientes para hablar un idioma y en algunos casos incluso dos. Al igual que el gatito Jones, si fuera por ellos solo comerían, dormirían y jugarían (los juegos, a gusto de la imaginación del lector) pero al contrario que mi entrañable minino, que técnicamente es un proxeneta que vive a mi costa a cambio de ronroneos ocasionales, la mayoría tienen que trabajar para ganarse las galletas.

El caso es que no deja de sorprenderme todas esas características que les diferencian de nosotras y les hacen unicos:
·         No distinguen los colores. Yo este fin de semana llevaba un vestido coral y cuando me quise dar cuenta estaba siendo comparada con una niña en un vestido rojo porque ‘vais del mismo color’. Me sentí como en la secuencia del Diablo Viste de Prada, donde están comparando dos cinturones que a la protagonista le parecen iguales y la estilista le dice ‘son taaaan diferentes’. Evidentemente me ahorre la explicación.
·         Andan a zancadas y muy rápido. No solo es que nosotras tengamos limitada la velocidad máxima como las ‘fregonetas’ a 80 cuando vamos en tacones por el riesgo de vuelco, sino que incluso en planos, comparadas con ellos parecemos muñecas chinas, dando millones de pasitos super pequeños para cubrir un paso de los suyos.
·         La ley de la gravedad no les afecta. Y no es que no se les caigan las carnes, que se les caen, y si no, no hay más que coger como ejemplo cualquier abuelo con tatuajes en la playa sino que realmente a ellos las cosas no les pesan! Debe de ser que la gravedad se multiplica con nosotras porque, cuando nosotras estamos en posición de arrastrar una caja y empujarla con la cadera si es necesario porque no hay quien la levante, ahí están ellos, levantándola con las dos manos y sin despeinarse.
·         Necesitan sentirse el macho de la manada, y mientras en una excursión tu miras con recelo el puente semi-derruido al estilo Indiana Jones y buscas caminos alternativos, porque caerte al rio tiene que ser doloroso, húmedo y muy frio, ellos te tienden la mano para que intentes atravesarlo. Yo, personalmente prefiero dejarles ahí, en su momento ‘Yo Tarzan, tu Chita’ y hacer un examen de lengua española, que por mucho de odiase los análisis léxicos, semánticos y demás variantes, me sigue pareciendo mejor opción que una muerte segura.
·         Sus habilidades logísticas son escasas. Porque mientras que para nosotras cualquier salida implica contestar a un montón de preguntas, empezando por que zapatos me pongo, ellos te dicen tan frescos que para el sitio sorpresa donde vas puedes llevar zapatos ‘normales’ (yo es que de esos, justamente no tengo) pero que se puedan meter por el barro (pues eso, que no tengo). Debería llevar Hunters? Mujer, que exagerada, si solo es un poquito de barro. Si, señores, debería haberlas llevado.

Me he dejado alguna cualidad sorprendente del Homo Machus?

Lara Jones

5/11/12

El truco del almendruco


Si ya lo dice el refranero español, que mujer previsora vale por dos y que más vale maña que fuerza, sugiriendo veladamente lo apañadas que somos las mujeres de hoy y de siempre (casi probablemente más las de siempre que las de hoy). Y paseándome por el supermercado, porque en la calle hace un frio que pela, en particular en la sección de hilos y agujas, encontrar los mini velcros para coger pantalones me ha hecho darme cuenta de todos aquellos trucos, algunos un poco disparatados que TODAS y cuando digo TODAS, me refiero a TODAS con muy raras excepciones, usamos como remedios de último minuto. A saber:
§  Puntadas para cosernos el sujetador al vestido. Que suena un poco al anti-cristo, porque como sales tu del vestido si el suje esta cosido? Pues en un momento de lujuria, que evitaras a toda costa para evitarte el momento braga-faja de Bridget Jones en su versión nunca falta un roto para un descosido, bastante rápido y con bastantes jirones. En un momento tranquilo con mucho esfuerzo y mucho cuidado de no cortarte con las tijeras. Pero el punto aquí es que muchos vestidos no sientan porque se ve el sujetador, intentas un imperdible, dos, tres, pero o acabas con los dedos como un colador, o el imperdible se ve a kilómetros de distancia y sin faro alumbrador. Damos el vestido a la iglesia? No por Dios, nos lo cosemos!
§  Tangas por encima de los leotardos, que no son un síntoma de demencia senil, sino de que se te caen las medias o los pantuflos de lana. Y es que, en un momento de deslizamiento no propicio,  te pones ropa interior por encima (manteniendo también la de debajo, que hay muchos catarros culeros esta temporada) y se fini! Ahora, si en el caso anterior un momento de lujuria acaba con desgarrones pero sin víctimas, en este caso, casi que mejor no utilizarlo si hay posibilidades erótico festivas porque se esfumaran al primer impacto (literalmente).
§  La triple capa por debajo del vestido ultra glamouroso. Y es que aunque las modelos en la tele no tengan frio (que te paguen por lucirte ayuda mucho) y las inglesas tampoco, el resto en invierno y con vestidos ultra glamourosos tendemos a coger catarro. Asi que nada como ponerse un par de capitas por debajo. Las normas evidentemente son: evitar las camisetas interiores de Cuéntame llenas de encaje que llevaba mi madre en los 80, ni parecía que dieran calor ni que mantuvieran la dignidad; que el color sea aproximadamente el mismo que el vestido. La ropa interior blanca de algodón asomando siempre recuerda al anuncio de calzoncillos de Ferrys, que como todo el mundo sabe, siempre ha controlado mejor la natalidad que la píldora.
§  Los rellenos en los zapatos. Porque si los hombres piensan que el hogar natural de los rellenos es el sujetador o los labios, yo tengo que decir que conozco a muchas más que no pueden resistirse a unos zapatos en rebajas y se los llevan aunque sea una talla mas grande. Manual de uso: relleno y más relleno. Para las altas, evidentemente, lo de encoger los dedillos por comprarse una talla menos solo acaba en tragedia: dedos de martillo.
§  Y aunque este muy feo y no se deba hacer, no será ni la primera vez ni la ultima que destruyes tu último par de medias vistiéndote y en lugar de cambiarte entera, te pones las medias de forma que el agujero quede en la planta de pie y listo. Super importante: no ir a aeropuertos, que el momento Guate, aquí hay tomate no te lo quita nadie.
§  Y ni que decir tiene, que el sujetador, en especial los deportivos, son super prácticos para llevar el móvil en el canalillo (y rezar mientras para que no suene) o el iPod, siempre y cuando el ejercicio sea moderado porque si no aquello termina como una charca o incluso los 20 euros de emergencia cuando se sale con amistades peligrosas.
§  Y para terminar, los pañuelos esconden divinamente los granitos y los no granitos en el cuello; los sombreros esconden los pelos de gaviota estilo Amy pero con dueñas no drogadictas; los pantalones los moratones como el que yo me hice resbalándome con mis Oxford de leopardo hace dos semanas en mitad de la calle (de verdad que admiro a las que les da vergüenza caerse, yo lo único que pense en era en lo dura que estaba la acera) y los leotardos parece que disimulan las depilaciones olvidadas. Las rubias mejor nos abstenemos, porque nuestros pelos son como Gusiluz, brillan en la oscuridad y encima sin pilas.

Se me ha pasado algún truco critico?

Lara Jones